Viajaba en silencio entre gente que había sido mi amiga. Atrás quedaron los tiempos en los que nos unía esa inexplicable mezcla de sentimientos que algunos llaman amistad. Los sentía lejanos, como si todo aquel pasado nunca hubiese existido, como si aquellas noches de sueños se cargaran de un enorme vacío, como si nunca hubiéramos reído y sufrido juntos. Buscaba en mi mente la manera de decir algo que corte el silencio y sobre todo la tensión, pero no encontraba lo adecuado. En el último tiempo la decisión de hablar solamente para decir algo inteligente me tenía atado, odiaba esos momentos en los que tras decir algo caía en la cuenta de cuán estúpidas sonaban esas palabras juntas. Ese horrible objetivo me dominaba.
El país se agitaba debido a la puja de dos empresarios, millonarios, mentirosos y corruptos por el poder total, por el sillón que llevaba el nombre de un mal presidente, por la historia de una patria que vio morir en otra tierra a su máximo orgullo, que vio cómo uno de sus máximos pensadores moría entregándole a un médico su último reloj para ser atendido. Un país que vio cómo el redactor de una constitución igualitaria y rechazada, moría envenenado y envuelto en una bandera inglesa. Aquellos dos empresarios querían ser parte de esa historia.
La gente que había sido mi amiga y yo, viajábamos en el mismo auto silencioso. En los antiguos tiempos los viajes estaban llenos de música, música que nos unía que no hacia falta elegir porque confiábamos en la elección del otro, porque caminábamos llenos de admiración, porque simplemente queríamos compartir nuestros sueños. Sin embargo, el auto que trae a colación mi relato, se encontraba en un profundo silencio, la música estaba callada porque nuestros gustos habían cambiado. Nuestros sueños, la mayoría cumplidos, no eran más que recuerdos y medallas individuales transformadas en realidad, aunque soñábamos con la unidad. Yo, no corrí la vista de la ventana. Estaba absorto en el paisaje, en realidad, eso parecía porque mi mente pensaba en cómo los sentimientos se pueden transformar tan fácil, en cómo alguien que fue parte de tu vida pasa a ser parte de tu muerte. No quería ver sus caras, mucho más viejas y cansadas, no quería vernos transformados en hombres cuando fuimos chicos. De repente el auto se detuvo en el destino. Giré la cabeza y los miré a los ojos, la sorpresa se adueñó de mi cara mostrando un gesto que la evidenciaba; no encontré hombres, lejos de éso, encontré chicos que tardaron un buen tiempo en realizar sus sueños.