Es difícil poder tener objetividad ante tanto desinterés y falta de sensibilidad social. Creí en un principio que se trataba simplemente de la imposibilidad de ponerse en el lugar del otro que demuestran día a día los dirigentes que gobiernan mi país hace cuatro años. Creí que esa imposibilidad nacía en haber pasado sus vidas en una cuna de oro sumando odio de clase y creyendo las heroicas historias de sus abuelos patricios que transformaron el país en el granero del mundo que producía y exportaba diez veces la comida que su pueblo necesita. Sus dobles apellidos se lucieron a lo largo de la corta historia argentina como los estandartes de una oligarquía porteña que se diferenció por sus egoísmo y su falta de conciencia social por el resto del pueblo.
Fue así como construyeron una país virreinal manejado por el puerto del contrabando por excelencia. Sus dobles apellidos criollos pusieron de rodillas el desarrollo federal que un territorio tan grande necesita para poder crecer de manera equitativa. Cómo se entiende entonces un país que con el 10% de su producción de alimentos puede alimentar a la totalidad de la población pero aumentó a 30% la gente que no puede poner cuatro veces al día un plato de comida en la mesa de su familia y, para que esto sea completo, en medio de una cosecha record de soja que los grandes terratenientes (entre ellos el presidente) no pagaron impuestos y dejaron las utilidades en el exterior y en dólares. Simplemente yo lo entiendo como egoísmo.
Desde que tengo uso de pensamiento crítico que no veo algo similar a lo que sucede ahora en Argentina. El poder que se mantuvo alternando su ejercicio entre las sombras y los procesos más olvidables de la historia del país hoy se encuentra consumando otro mandato a la luz con resultados asquerosos abalados por sus propios datos oficiales que llevaron a cabo un cínico plan de transferencia de recursos del pueblo a las energéticas, el campo, las constructoras, las inmobiliarias y, por su puesto, al negocio financiero que tanto aman los funcionarios actuales. Curiosamente todos los ministros de alto rango del gobierno actual ocupan importantes cargos en las empresas privadas que operan en los mismos sectores de los ministerios (devenidos en secretarias por el recorte estatal exigido por Estados Unidos), siendo así como por ejemplo que el ministro de energía compatibilizó su cargo con ser el CEO de Shell o que el presidente es el dueño de los peajes y la autopistas que aumentó desconsideradamente o el ministro de transporte le adjudicó rutas aereas a la compañia del presidente (que ya está presentando la quiebra) mientras vaciaba la aerolinea del estado y construía un aeropuerto especial para una low cost que solo busca quebrar a la competencia y de la cuál también el ministro es accionista.
Ante la perspectiva que se manejaban decidí irme hace ocho meses porque vi ante mis ojos que el gobierno está empeñado en que retrocedamos varios pasos para que ellos sientan una victoria de revanchismo de clases del cual son especialistas. Escribo desde lejos con el dolor brotando de mi lápiz. Varios me dijeron que no podía opinar por estar lejos y haberme ido, otros pensarán que no puedo decir nada por no sentir de primera mano lo que sucede en las calles de mi barrio que caminé durante los últimos 31 años pero para que yo me quede en silencio alguien tendría que contestarme qué sensibilidad y que tanto conocen del barrio y lo qué pasa en eses calles Macri, Peña Broun, Dietrich y Larreta que no son más que niños millonarios criados en la burbuja de la histórica oligarquía porteña.
¿Cuánto sabe de buscarse la vida esa gente que hoy toma decisiones por nosotros? A juzgar por la realidad. Nada. Es increíble ver con cuánto cinismo se maneja esta barra de chetos del secundario hechos grandes herederos de enormes fortunas que no se ganaron trabajando en las lineas de producción sino jugando a la ruleta financiera, la usura, la mafia de la construcción pública y la quiebra de empresas. Pero lo bueno de ser argentino es que no se pierden las esperanzas porque esta lucha es una lucha que viene de mucho tiempo; mi abuelo le contó a mi viejo cómo los sindicatos lograron las vacaciones pagas y el aguinaldo o como comenzaron a votar las mujeres, mi viejo me contó a mí cómo peleó con la hiperinflación, cómo fueron asesinadas las personas que tenían conciencia social y lo expresaban al tiempo que las abuelas y las madres peleaban por devolverle la identidad a los bebés robados luchando con mucha valentía contra el terrorismo de estado. Yo, por mi parte, le contaré a mis hijos cómo los mismos de siempre nos trajeron el hambre, nos endeudaron y nos robaron las esperanzas de progresar y como las mujeres irrumpieron en la escena luchando por sus derechos mostrando una nueva forma de lucha que sirvió para que todos los que simplemente pensamos en el otro dejemos de lado nuestras diferencias y pongamos la fuerza en derrotar de una vez por todas a estos pocos que saquean cada tanto nuestro rico suelo y teniendo como única prioridad el bien estar de la mayoría en lugar de las utilidades de la minoría que hoy nos oprime. Por suerte queda poco.