Ella contra el ejército que pelea por la prohibición del uso del sentido común

             Mucho tiempo pasó sin sentarme a escribir, tal vez por estar inmerso en mi mundo y mis tareas que cada día son más grandes pero también me resultan más cotidianas. ¿Cómo sería haber cumplido de adulto los objetivos que un niño se planteó? Rutinario, normal, así resultó. No hubo nada en este tiempo que vibre en mi pecho y suba hasta la garganta con la necesidad de ser gritado con la fuerza de la libertad como antes sucedía a diario. Esa misteriosa fuerza que no pudieron detener ni los ejércitos mercenarios más grandes de la historia.

               Hoy no es un día como los demás, todo cambió y ya no volverá a ser como antes… Me desperté sin poder abrazarla, ya no estaba, ya se había ido entre el frío violento del invierno y la oscuridad de una ciudad porteña que reina antes que el sol haga su tibia entrada. Diez años tomando el colectivo antes que salga el sol de manera sistemática, llegando al mismo lugar, enfrentando en silencio reprimido a un grupo de personas hechas en serie, sin distinción, con los pensamientos programados desde fábrica, desde que ingresan a un sistema tan cruel como el invierno. Ella, sola ahí peleando sin ayuda…. sola…. desde adentro… 10 horas, tal vez 12, tal vez más viendo la única luz artificial de un tubo blanco que refleja en los azulejos también blancos de una clínica que no fue diseña para curar. 10 años, 10 malditos años cumpliendo los caprichos de un millonario que cree que por tener algunos ceros depositados en un banco tiene más poder sobre nosotros, sobre ella, sobre vos y sobre mí. Los valores se corrieron a la derecha. ¿En qué momento alguien pierde el bien más preciado que tiene una mente para convertirse en un señor feudal del presente? ¿En qué momento alguien deja de utilizar el sentido común? Nunca lo sabremos pero sucede. Muero por ir y ayudarla, ayudarla a pelear, estar a su lado, levantar la espada y la bandera en nombre de la libertad, de la consciencia social… Pero no son más que sueños utópicos que se van desintegrando en un mundo que se parece cada vez más al que Orwell y Huxley pronosticaron….

                 Resulta que la atacan, le cambian el eje del concepto del bien y el mal… ¿Qué es el bien y que es el mal? ¿Quién dice de que lado estás? ¿Está mal pelear por un reconocimiento a los diez años de esclavitud moderna a la que se somete con artilugios psicológicos y manipulaciones morales? Para ellos sí. Sigue sola, ahí, pasándola mal, fumando uno tras o tras otro para intentar calmar su alma pesada de tanto trabajo forzado… Me pregunto qué estará haciendo él… Y se me vienen a la cabeza las imágenes que escuché de la misma boca hermosa que me encanta besar. Safari en África, mostrando con orgullo las cabezas de los venados que cuelgan en su casa, un tigre tirado en el piso para poder apoyar los pies cuando hace frío, una carrera entera implantando plástico en los cuerpos de las mujeres que acuden desesperadas porque la naturaleza no le dio lo que la sociedad entiende como belleza, una y otra vez, una y otra vez haciéndose millonario con cirujias que no son más que mentiras, que no son más que vender ilusiones ante un espejo. ¿Acaso no está del lado del mal el uso equivoco de las herramientas que el hombre creo para alargar su miserable vida? ¿Acaso está bien que una mujer se despierte de una anestesia con un busto enorme de plástico por el que pagó tres sueldos de un trabajador moderno promedio?

El problema que estamos atravesando no es más que el mal uso del sentido común. El poder puede avanzar, puede atravesar nuestra vida con cataratas de publicidades, de estrategias de marketing, de consumo, de exageración del bien estar, de dejar en un segundo plano las verdaderas necesidades biológicas, de ocultar lo que no le conviene, de manipular con los medios de comunicación, de estigmatizar la marihuana mientras que el tabaco, el alcohol y las tetas se pueden comprar de manera legal y hasta pueden convencernos de que alguien con una cultura diferente debe ser exterminado en nombre de la paz pero todo eso se combate con el sentido común, la gente carece de sentido común creyendo en que la posibilidad de consumo o el internet pueden acercar la felicidad. Ella sigue sola peleando por lo que corresponde, él sigue escondiéndose tras un ejercito de infelices que todos los días pelean en primera linea para defender los intereses de él que es el que se lleva los beneficios. Ese mismo infeliz que pelea todo el día en primera fila vuelve a su casa al terminar la jornada, no le alcanza la plata, su hijo necesita ir al colegio, necesita ropa, necesita comer. Lo manda al colegio más caro… ¡Cuanto esfuerzo hacemos para mandarte a ese colegio! le repite una y otra vez sembrando en la cabeza del pobre pequeño un destino inevitable. No le alcanza la plata, te lo juro que no le alcanza, ocho, diez, doce horas de esclavitud y llega destruido, ¿mañana? Otra vez a la esclavitud…

         Nos preguntamos por él, entonces, mientras tanto… Matando animales por diversión, para poder adornar sus paredes, tal vez para que cuando alguien entre a su casa pueda trasmitir ese sentimiento de superioridad en el que lo pone tener el poder como si fuera la pelota… tener la plata…

Me pregunto entonces… qué pasaba por la cabeza de ese médico que, durante la dictadura, estudiaba medicina para terminar maltratando sus trabajadores con el fin de implantar tetas en mujeres inseguras que intentan convencer a hombres inseguros con falta de sentido común que la belleza se puede comprar con dinero en forma de plástico…. Ella sigue sola, peleando y yo no puedo hacer más nada que escribir.

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