Un año más que se va a la velocidad de la vida. Es el sexto de esta aventura que emprendí lejos de casa, que me trae a diario nuevos desafíos, nuevas experiencias y sobre todo oportunidades de aprender, crecer e intentar ser mejor paso a paso.
He tocado casi cien conciertos, no sé cuántos repertorios, estilos, armonías difíciles y fáciles, ritmos que conozco hace mucho y algunos que cuestan más. Muchas ciudades recorridas, carreteras, aviones y rincones de la península que supo ser mi nuevo hogar.
En el medio del año sucedió el regreso a Buenos Aires, mi casa .Vimos a la familia para tomar fuerza y el viaje al norte con los viejos abrió una nueva percepción en mi manera de ver el mundo. Lo he disfrutado de sobremanera.
He dedicado horas y horas grabando, editando y procesando música, en el laboratorio hubo cambios de equipo y mucho crecimiento que se materializó con salida del disco de “The Soul Connectors” mientras varias canciones que escribí en mi idioma esperan la luz.

Al regresar llegó Celin mientras volvíamos del Festival de Cáceres que fue uno de los conciertos que más disfruté del año y cambió todo. Las mañanas son más temprano y los paseos por la montaña más divertidos.
Ahora llega diciembre y hace frío. Como me sucede en cada invierno que paso en el hemisferio norte las sensaciones son encontradas.










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